
Ciudad del Vaticano.- El papa León XIV aprobó este viernes los decretos que reconocen el "martirio" por "el odio de la Fe" de 124 sacerdotes de Jaén (Andalucía, España) asesinados entre 1936 y 1938 por lo que serán beatificados.
Se trata de dos decretos aprobados por el pontífice después de recibir al prefecto del dicasterio para la Causa de los Santos, Marcello Semeraro, y al ser reconocido mártires no han necesitado ningún milagro al contrario que el resto de los procesos de beatificación.
Entre los nuevos beatificados figuran Manuel Izquierdo Izquierdo, sacerdote diocesano, y 58 compañeros de la Diócesis de Jaén (España), asesinados entre 1936 y 1938, por odio a la fe, en diversos lugares de España, durante la Guerra Civil española.
En ese periodo, el "odio a la fe" (odium fidei) "queda ampliamente demostrado por la violencia generalizada contra la Iglesia, sus ministros y muchos de sus fieles", según el portal Vaticanews.
"El líder de los mártires de Jaén, don Manuel Izquierdo Izquierdo, fue particularmente víctima de malos tratos y torturas infligidas por sus perseguidores, al igual que el siervo de Dios don Manuel Valdivia Chica, a quien antes de morir le cortaron las manos con las que había consagrado", explica.
El segundo grupo de nuevos beatos españoles está formado por Antonio Montañés Chiquero, sacerdote diocesano, y 64 compañeros de la Diócesis de Jaén (España), entre ellos 54 sacerdotes, así como 9 hombres y una mujer laicos, asesinados entre 1936 y 1937, por odio a la fe, en diversas localidades de España, en el contexto de la misma persecución.
"Estos Siervos de Dios también operaban en el territorio de la diócesis de Jaén; la mayoría fue capturada por los milicianos o denunciada, y algunos de ellos sufrieron insultos, vejaciones y crueles golpes. El odio a la fe (odium fidei), como prueban los documentos y testimonios recogidos, motivó la persecución hacia los Siervos de Dios solo por el hecho de ser sacerdotes y laicos comprometidos", explica la web vaticana.
El martirio formal "está documentado para todos, y en particular para los sacerdotes que quisieron permanecer cerca del pueblo en las parroquias donde desempeñaban su ministerio, sin huir a pesar del peligro".
"Algunos presbíteros, entre ellos don Antonio Montañés Chiquero, pidieron ser asesinados al final para poder así confesar a los demás y ayudarlos a morir santamente", concluye.